Revolución #139, 10 de agosto de 2008


“¡No tenemos por qué calmarnos!”

La gente resiste al “aumento” de la policía de Chicago

El 25 de julio, surgió una protesta en el barrio sur de Chicago contra una ola de brutalidad, tiroteos y asesinatos por la policía. El pueblo enfrentó lo que las autoridades llaman un “aumento” policial. Al llamar su ola de terror policial un “aumento”, las autoridades a propósito evocan el mismo tipo de ocupación brutal estadounidense de Irak, pero en el sur y el oeste de Chicago. Entre el 11 de junio y el 5 de julio, la policía baleó a 12 personas (todas negras y latinas) y asesinaron a seis.

Entre las víctimas de esta racha de asesinatos estuvo Jonathan Pinkerton. Planeaba ir a la universidad. Pero eso no previno que la policía lo baleara y lo golpeara. Jonathan cumplió 17 años en el hospital. (La historia de estos desmanes de la policía y otra información al respecto se halla en: “Policías no dudan en disparar… y un sistema criminal,” Revolución #137, en revcom.us).

El “aumento” policial se dio en medio de la histeria oficial sobre “el crimen”, y ha habido confusión entre el pueblo acerca de quién es responsable por la violencia de jóvenes contra otros jóvenes. La realidad es que tanto la ola de asesinatos policiales como las condiciones que han conducido a los jóvenes a tomar medidas desesperadas para sobrevivir, vienen del sistema.

Como escribimos en Revolución la semana pasada: “Sí, es terrible, y es un CRIMEN DE ESTE SISTEMA, que los jóvenes se ven obligados dispararse y matarse entre sí. Es terrible, y es un CRIMEN DE ESTE SISTEMA, que se interiorizan el mensaje que reciben todos los días mediante escuelas que no sirven, condiciones degradantes y los policías golpeadores, de que el sistema no les tiene futuro, de que ni siquiera se merecen un futuro, y de que actúan en consecuencia en contra de sí mismos.”(Ver “¡Que se largue el alcalde Daley y su cháchara de ‘responsabilidad’!” en revcom.us).

¿Cómo fue que el sistema pusiera a la gente en esta situación? Cuando Fred Hampton del Partido Pantera Negra estaba sacando a los jóvenes de las malas cosas que estaban haciendo, e integrándolos a la revolución, el sistema respondió asesinando a Fred Hampton como parte de una maniobra para aplastar el movimiento revolucionario. Fue el sistema que se llevó casi todos los empleos de los barrios urbanos, e inundó a los ghettos con drogas. Es el sistema que impone la segregación más profunda para un sector entero de las masas negras. Y es el sistema que creó el vacío que dejó llenar a las pandillas (un proceso que en gran parte los poderosos fomentaron). ¡Más policías en las comunidades, que se meten con los jóvenes y disparan a la gente, no pueden ser de ninguna manera parte de una solución para la situación desesperada que enfrenta la juventud!

En medio de este sitio policial contra el pueblo, una declaración de un Club Revolución de Chicago en formación llamó al pueblo a salir a las calles y a luchar contra el sistema por medio de una resistencia política masiva, con estas demandas:

¡ALTO A LOS ASESINOS DESMANES DE LA CHOTA DE CHICAGO!
¡ALTO EL AUMENTO DEL TERROR POLICIAL!
¡A ACUSAR, CONDENAR Y SENTENCIAR A LOS POLIS ASESINOS!
¡ESTE MALDITO SISTEMA ES CULPABLE!

Viernes 25 de julio, había un grito inicial muy importante de resistencia. La gente del sur de Chicago tomó una posición de coraje, señalando que no se conformará con toda esta situación. La policía de Chicago atacó brutalmente, y la gente rehusó volverse atrás. Tras la protesta, la batalla continúa.

El siguiente relato, de lo que pasó, viene de una corresponsal de Chicago.

* * * * *

Viernes por la tarde—Un día cálido de verano en el sur de Chicago. En medio del proclamado “aumento” policial de Chicago, y tras las 12 personas baleadas por la policía en un mes, la gente estaba harta. En una gran intersección de Englewood, unos cientos de personas se levantaron en contra de la intimidación, humillación y terrorismo de la policía, les llamaron asesinos a los policías, y al fin de la noche estos habían arrestado y brutalizado a unas diez personas.

La gente estaba llegando a casa del servicio funerario de Bennie Ross, un joven de 19 años supuestamente muerto durante un partido de dados. Había una reunión para un ágape para Bennie en la cancha de básquetbol del barrio; la gente estaba de luto y algunos de los amigos de Bennie y otros jóvenes trataron de empezar un partido de básquetbol. Esta cancha de básquetbol es conocida como territorio de tregua pandillera donde alguien puede jugar. De repente, apareció la policía y sonaron las sirenas. Arrancaron las fotos de Bennie y otras partes de la ofrenda, le llamaron a Bennie “hijito de puta” y ordenaron que la gente saliera de la cancha, alegando una amenaza de una balacera desde un carro. Llamaron a los jóvenes “putas negritas” y “pinches monos, si quieren jugar, que jueguen en los árboles”. Les quitaron la pelota y echaron a la mayoría de la gente de la cancha. Indignados, unos de los jóvenes y otros se reagruparon y desfilaron otra vez a la cancha. En señal de protesta, dos jóvenes empezaron de jugar básquetbol. Así la policía empezó de agarrar a la gente y hacer arrestos.

Una mujer le dijo a Revolución: “Los policías iniciaron todo este incidente, todos los demás sólo estaban pasando el tiempo. Empezaron en la escuela. Comenzaron bloquear a los jóvenes sólo por jugar básquetbol. Los jóvenes estaban jugando básquetbol, y los agentes simplemente, tú sabes, los bloquearon. Pero los jóvenes ya no estaban haciendo nada mal contra ellos, tú sabes. Los chicos no más estaban caminando y no dejaban de hablar, tú sabes, eso fue todo. Pero los policías comenzaron el incidente con la pelea, tú sabes, y lo que sea. Tú sabes, ellos lo iniciaron. Es una lástima”.

Todo esto fue demasiada falta de respeto. La gente empezó a denunciar a la policía y se agrupó en las aceras y en la calle, con la portada del periódico Revolución #137 en alto, y la foto de Jonathan Pinkerton paralizado por la policía de Chicago. Ejemplares de Revolución estaban de todos lados y los jóvenes, desde las chiquillas hasta los adolescentes y tanto chicas como chicos, los blandieron en la cara de los policías, diciendo “esto es lo que hacen ustedes”, “sabemos que este eres tú” y “¡asesinos!” Otros tomaron afiches con los nombres y fotos de víctimas recientes de tiroteos policiales, como Devon Young, un hombre de 25 años, asesinado por la policía sólo unas cuadras al este.

Una mujer dijo: “Así que fue pacífico, ¿tú sabes? No más debieron haberlo dejado ser pacífico, ¿tú sabes?”

Pero eso no fue lo que pasó. En cambio, la policía irrumpió a la protesta y comenzó a agarrar y a golpear a la gente que denunciaba esta injusticia alrededor de la cancha de básquetbol y sacaba a la luz los asesinos desmanes de la chota de Chicago; estaban ahí Hank Brown, corresponsal del periódico Revolución, otros partidarios del Partido Comunista Revolucionario, además del presidente del Comité Prisioneros de Conciencia, Fred Hampton, Jr. (hijo del dirigente del Partido Pantera Negra, Fred Hampton, asesinado por la policía de Chicago en 1969). Muchos de los manifestantes resultaron golpeados y uno fue a dar al hospital. Significaba algo para los jóvenes que revolucionarios de todas las nacionalidades y edades estaban allí con los jóvenes negros; indignados por las detenciones injustas y no provocadas; los jóvenes corearon unidos: “¡Suéltenlos, suéltenlos!”

Después de unas detenciones, y sin aviso, la policía brutalmente empujó, amenazó con pistolas eléctricas, dio caza a la gente, detuvo y golpeó a cualquier hombre negro a que pudiera agarrar.

A dos cuadras de la escena de la protesta, policías patearon y detuvieron un hombre de 20 años además de un niño de 14 años que sólo habían salido de su casa para ver lo que estaba pasando mientras que manifestantes corrieron de los policías por su patio. Un pariente le dijo a Revolución: “Mi primo, sólo vimos que todo el mundo estaba corriendo en todas direcciones, y así que él sólo estaba andando desde la casa o lo que sea y llegó hasta aquel callejón ahí. Uno de los policías lo echó al suelo, lo inmovilizó y todo con una cachiporra. Los otros policías [se burlaron de] él como si no fuera nada, ¿me entiendes? No estaba allá. No más salió, no más salió de la casa”. Otra persona le dijo a Revolución que había tratado de ayudar a la policía a tranquilizar la situación y la policía igual lo golpearon con cachiporras.

Pero a pesar de la brutalidad, la atmósfera se puso desafiante y feliz; la gente se había levantado. Cuando los helicópteros policiales sobrevolaron, todos se burlaron de ellos y les enseñaron el dedo medio.

Un grupo de mujeres jóvenes que trataban de ver lo que pasó a sus parientes masculinos continuaban exigiendo a los policías: “¡¿Dónde están?!” El sargento, quien vio y supervisó todas las golpizas y la brutalidad, les dijo: “Ustedes no más tienen que calmarse”. La gente le respondió: “No vamos a calmarnos, pues ¡ustedes no más andan dando golpes! ¡No tenemos por qué calmarnos!”

* * * * *

Al cierre de la edición:

El próximo día, después de esta noche de resistencia fuerte, corre el rumor de represalias policiales, como golpear a los jóvenes negros quienes se levantaron con toda razón. Después de los golpes y arrestos, el diario Chicago Tribune difamó a los revolucionarios y manifestantes. Ahora, hay numerosos cargos contra un grupo de personas.

Pero ahora hay que partir de las chispas iniciales de la resistencia y extenderlas aún más, poniendo en marcha una dinámica diferente en la ciudad. No hay que tolerar ni aceptar estos atropellos y abusos de la policía, y tenemos que cambiar los términos, especialmente en las comunidades de los oprimidos de modo que los policías tengan que pensarlo dos veces antes de disparar a nuestros jóvenes a sangre fría o golpear. Gente de todas las profesiones y condiciones sociales, de estratos y barrios diferentes, tienen que unirse ahora para hacer suya la batalla política para extender esta lucha y defender a aquellos a quienes les han levantado cargos por haberse levantado, y correr la voz de la verdad sobre todo esto.  

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